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Síndrome del Emperador: Niños tiranos. Qué es y cómo tratarlo.


A pesar de no existir ningún cuadro clínico con esta designación, cada vez es más frecuente encontrar casos de niños y adolescentes con un comportamiento agresivo (verbal o físico), conductas desafiantes o provocadoras de ira hacia los padres y de violación de normas o límites familiares que acaban por dominarlos, e incluso, en los casos más extremos, por maltratarlos. Estos niños tratan de conseguir que sus padres les obedezcan sometiéndolos psicológicamente y ejerciendo la violencia hacia ellos.

¿Cómo detectarlo?

Es muy importante hacer una detección precoz del problema para solicitar ayuda especializada.

Las principales señales de alarma son:

- Incapacidad para aprender de los errores y de los castigos.

- Incapacidad para desarrollar emociones morales positivas (empatía, gratitud, simpatía...) y/o negativas (vergüenza, culpa, disgusto...) y que son muy importantes porque demuestran si uno es o no responsable de sus actos.

- Conductas habituales de desafío, mentiras e incluso actos crueles hacia hermanos y amigos.

- Dificultad para solucionar problemas y afrontar experiencias negativas.

- Exigentes con lo que creen que les corresponde, tratando insistentemente de que se lo proporcionen.

- Muy centrados en sí mismos y como consecuencia reclamadores de atención.

- Culpabilizan a los demás de sus conductas, haciéndolos sentir así.

- Presentan una autoestima baja, sintiéndose a menudo enfadados, ansiosos y/o tristes.

Factores de riesgo

Si establecemos una comparación entre el sistema familiar en el momento actual y el de épocas anteriores podemos apreciar que existen diferencias notables en cuanto a la estructura y funcionamiento familiar. En la actualidad, se han incrementado los divorcios, la edad en la que se tienen los primeros hijos y las familias con hijos únicos, biológicos o adoptados.

Unos padres con un estilo educativo permisivo y sobreprotector, favorecen el desarrollo de un hijo tirano. Además, puede darse una predisposición genética de carácter que explicaría por qué dentro de la misma familia, y en las mismas condiciones, sólo se ve afectado un miembro.

Hasta que el niño tiene un año, su entorno únicamente le sirve para satisfacer sus necesidades, a partir de entonces, los niños aprenden estrategias para salirse con la suya (rabietas, llamadas de atención) y los padres tenemos que aprender a limitarlas. Lo normal es que a los 4 años, los niños ya sean capaces de verbalizar su estado de ánimo y a los cinco sepan medianamente controlar una rabieta. Por ello, es beneficioso que aprendan a frustrarse y el niño necesita, desde que tiene más o menos un año, rutinas, reglas y límites claros sobre lo que puede y no puede hacer. No es el caso de los niños tiranos, que intentan imponer de manera sistemática su voluntad y los padres acaban rindiéndose. Pero a partir de los 6 años hay niños que se muestran muy impulsivos, mienten, tienen actitudes vengativas, no conectan con los demás, son insensibles, se sienten poderosos, carecen de empatía… Estas son actitudes tiránicas, que a los 11 años se pueden agudizar y a los 15 años ya son difíciles de encauzar.

Pautas de Actuación

Es importante pedir ayuda externa ya que algunos niños (y sus padres) necesitan psicoterapia dependiendo de los síntomas y de su edad. Normalmente el objetivo general es aprender a corregir el propio comportamiento, reducir el egocentrismo y desarrollar una mayor empatía. Aunque si se trata de pre-adolescentes o adolescentes que ya manifiestan comportamientos agresivos, el problema es más serio y la terapia, más larga.

No obstante, se pueden poner en práctica algunas pautas desde que se detecta la conducta tiránica:

-Es fundamental que ambos progenitores no muestren discrepancias educativas. Deben intentar unificar sus personalidades y mantener una actitud educativa firme.

- Los padres deben ser capaces de admitir que su hijo es un tirano y no buscarle atenuantes, no apartarle ni sobreprotegerle.

- Establecer una rutina diaria: horas fijas para comer, para acostarse, para hacer los deberes. También debe tener una serie de obligaciones en casa (hacer la cama, poner y quitar la mesa...) de las que no se puede escabullir. Estas responsabilidades deben de ir acordes a su edad. Y establecer normas muy claras sobre su tiempo de ocio.

- Tratar de recompensar en lugar de emplear el castigo de manera habitual.

- Cuando se aplique un castigo hay que ser consecuente y no retractarse, aunque los castigos siempre tienen que ser coherentes con la acción realizada por el niño.

- Si el niño tiene una rabieta, no podemos gritarle o pegarle en ese momento. Lo aconsejable es esperar a que se calme, tratando de ignorar su comportamiento.

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